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lunes, 2 de noviembre de 2020

La lectura de hoy: Un estudio en terror, de Ellery Queen

 

"Me atrevo a asegurar que, en aquella mañana de 1888, todo hombre responsable en Londres hubiera enviado a su esposa, o a su hermana o novia, fuera de la ciudad, si tuviese la oportunidad. Esto por una razón sencilla y terminante. Jack el Destripador vagaba por las calles nocturnas y los callejones oscuros de la metrópoli."

De vez en cuando ocurre que los grandes clásicos literarios , - y en una clara muestra de por qué son clásicos - , son recreados por otros autores. 
En este caso, Ellery Queen, o más precisamente los autores que firman tras su seudónimo, nos cuenta una historia cuyos protagonistas son dos de las figuras más icónicas del ámbito criminal en la Londres victoriana: Sherlock Holmes, - por supuesto, acompañado por su fiel ayudante y cronista, el Dr Watson - , y Jack el Destripador.
La trama comienza cuando Ellery, el afable detective aficionado recibe , de un remitente anónimo, un sorprendente manuscrito inédito donde Watson relata los sucesos que llevaron a que Holmes pusiera fin a los crímenes del famoso asesino de Whitechapel.
Así, se adentra en la lectura del relato, para, finalmente, lograr averiguar quién le envió el manuscrito y por qué éste nunca vio la luz.
Se trata, entonces, de una novela dentro de otra, - construcción que resulta verosímil - , muy entretenida,  y donde se recrea el estilo, el tono y la impronta que Conan Doyle dió a su prosa y a sus  personajes.
En definitiva una muy buena opción de lectura que nos trae de vuelta al detective más famoso y que, seguramente, todos los amantes del género, disfrutarán.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

La lectura de hoy: Velada con tres cadáveres, de Rex Stout

"El la miró. Esa fue la primera vez que lo vi dirigirle una mirada directa y explícita, y como ella se encontraba justamente en la dirección adecuada, pude observarla muy bien. Con semejante mirada, destruía un elemento de su declaración anterior, a saber: que un hombre de su experiencia y de su temperamento, no había posibilidad de que cometiera un asesinato. Porque la mirada que le dirigió a Viola era muy propia para un tipo dispuesto a sacar una cuerda, anudarla al cuello de ella y tirar fuerte. Mas fue tan sólo un destello rápido y perverso de sus ojos, para después volver a enfocar con ellos a Wolfe"

En la literatura policial, hay detectives para todos los gustos. Desde que Edgar Allan Poe creara a C. Auguste Dupin, y A. Conan Doyle a Sherlock Holmes, surgió una tendencia entre los autores clásicos del género, en la que los investigadores debían ser personajes excéntricos, dotados tanto de una gran inteligencia y capacidad de análisis, como de "particularidades" o manías que los destacaban del resto de los mortales.
En este sentido, considero que Nero Wolfe, creación del autor, cumple con creces este rol, al punto de que lo considero uno de los detectives más repulsivos y odiables del género. Claro está que los lectores conocemos al personaje tal como nos lo presenta el narrador, y aquí podemos destacar la genialidad de Stout, ya que, quien narra los casos es Archie Goodwin, - secretario y hombre de confianza de Wolfe - y éste, lejos de cumplir un rol complementario como los Watson o los Capitanes Hastings famosos, es, a mi juicio, el verdadero protagonista de las historias. Y todo lo que sabemos de Wolfe, lo vemos tamizado por la pluma sarcástica y mordaz de Goodwin.
Esta novela comienza cuando una joven mujer pide refugiarse en la residencia de Wolfe durante unos días y éste se niega a ayudarla. Cuando, horas después aparece muerta, Goodwin se impone el deber de dar con el asesino. 
Hay una herencia en juego, varios sospechosos, investigaciones rutinarias por parte de la policía, - que acepta la colaboración de Goodwin- , y otras muertes, antes de que se logre desenmascarar al culpable.
Nos encontramos entonces con una trama que, sin salirse de los cánones tradicionales, es entretenida y plena de suspenso, y el autor nos permite vivenciar, junto con el protagonista, las alternativas de un caso atrapante, pese a que lo tenga como referente a Nero Wolfe.

jueves, 13 de diciembre de 2018

La lectura de hoy: Las lágrimas de Hemingway, de Reyes Calderón Cuadrado

Interesante novela, esta que nos ofrece Reyes Calderón Cuadrado. Si bien hay una trama criminal, el verdadero leitmotiv que encontramos son las corridas de San Fermín, en Pamplona, que sirven como marco para un crimen y a cuya descripción, la autora dedica muchas páginas. 
Seguramente el lector que conoce algo sobre dicha festividad, o los lugareños de Pamplona se sentirán a sus anchas con este protagonismo de los juegos taurinos, aunque tanta abundancia de datos y referencias locales puede resultar abrumadora para quien sólo pretende seguir el caso policial, y, naturalmente, generarán el rechazo de aquellos que se oponen al maltrato animal. De todas formas, es una muy buena forma de conocer Pamplona, sus costumbres y su gente.
Como también lo indica el título, hay una constante alusión al autor norteamericano, - los distintos capítulos comienzan con una cita de algunas de sus obras, y la víctima es presentada, en su aspecto, como muy parecida a él -.
La trama es simple: En plena fiesta de San Fermín, un hombre es mortalmente herido por un toro. Cuando se comprueba que previamente había sido drogado para perder la conciencia durante la famosa corrida, comienza la investigación. 
La principal protagonista es Lola MacHor una abogada y catedrática, conocida de la víctima, a quien se le imputa el crimen. 
Además aparecen dos policías que son presentados como figuras antagónicas, uno de los cuales, el inspector Iturri es quien, logra resolver el caso.
Otros personajes secundarios, como una anciana monja, también cumplen un papel destacado en el desarrollo de la historia.
La narración, en un principio hecha en tercera persona por un narrador omnisciente, con el correr de los capítulos, pasa a ser en primera persona, en forma de un relato retrospectivo.
También juega un rol importante en una parte de la obra, Arthur Conan Doyle y su inmortal Sherlock Holmes.
Si bien algunos personajes son muy arquetípicos, hay una buena caracterización psicológica de la protagonista y algunas alusiones  , entre duras e irónicas - al amarillismo de las noticias y al comportamiento de catedráticos, abogados y policías.

jueves, 22 de marzo de 2018

Sherlock


Sin lugar a dudas, Sherlock Holmes, el detective creado por Arthur Conan Doyle ( 1859 -1930) es el más famoso de los detectives privados de la literatura ( y luego del cine ) ; y, aún quienes no han leido nada de la obra de Conan Doyle, saben de quien se trata. No fue el primero de los grandes detectives de la literatura, – Edgar Allan Poe había creado a C. Auguste Dupin medio siglo atrás -, pero rapidamente se convirtió en el estereotipo del detective privado, ejemplo a seguir, imitar, copiar, o parodiar, por tantos otros de la novela policial inglesa, hasta que en los 30 y 40, una gabardina y una pistola humeante, desde el otro lado del Atlántico le hizo competencia a la pipa y la gorra de cazador.
Compartimos aquí la primera descripción que de él hace Watson, su compañero, amigo y biógrafo, en “Estudio en Escarlata” 

"No resultaba ciertamente Holmes hombre de difícil convivencia. Sus maneras eran suaves y sus hábitos regulares. Pocas veces le sorprendían las diez de la noche fuera de la cama, e indefectiblemente, al levantarme yo por la mañana, había tomado ya el desayuno y enfilado la calle. Algunos de sus días transcurrían íntegros en el laboratorio de química o en la sala de disección, destinando otros, ocasionalmente, a largos paseos que parecían llevarle hasta los barrios más bajos de la ciudad. Cuando se apoderaba de él la fiebre del trabajo era capaz de desplegar una energía sin parangón; pero a trechos y con puntualidad fatal, caía en un extraño estado de abulia, y entonces, y durante días, permanecía extendido sobre el sofá de la sala de estar, sin mover apenas un músculo o pronunciar palabra de la mañana a la noche. En tales ocasiones no dejaba de percibir en sus ojos cierta expresión perdida y como ausente que, a no ser por la templanza y limpieza de su vida toda, me habría atrevido a imputar al efecto de algún narcótico. Conforme pasaban las semanas, mi interés por él y la curiosidad que su proyecto de vida suscitaba en mí, fueron haciéndose cada vez más patentes y profundos. Su misma apariencia y aspecto externos eran a propósito para llamar la atención del más casual observador. En altura andaba antes por encima que por debajo de los seis pies, aunque la delgadez extrema exageraba considerablemente esa estatura. Los ojos eran agudos y penetrantes, salvo en los períodos de sopor a que he aludido, y su fina nariz de ave rapaz le daba no sé qué aire de viveza y determinación. La barbilla también, prominente y maciza, delataba en su dueño a un hombre de firmes resoluciones. Las manos aparecían siempre manchadas de tinta y distintos productos químicos, siendo, sin embargo, de una exquisita delicadeza, como innumerables veces eché de ver por el modo en que manejaba Holmes sus frágiles instrumentos de física.”

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