“Ésta es la historia de Lexie Madison, no la mía. Me encantaría explicarles la historia de una sin mezclarla con la de la otra, pero es imposible. Antes pensaba que había cosido nuestras vidas por los bordes con mis propias manos, que había apretado bien las puntadas y que podía descoserlas cuando deseara. Ahora creo que siempre fue algo mucho más profundo que eso, y mucho más soterrado; quedaba fuera del alcance de la vista y también de mi control.”
A quien le gustó El silencio del bosque, no puede dejar de leer En piel ajena, que, de alguna forma, es su continuación, o más precisamente, su spin- off, ya que es la detective Cassie Maddox, todavía afectada por las secuelas de aquel caso, quien vuelve aquí, esta vez como principal protagonista y narradora.
No se trata de una novela de acción, y la investigación de un crimen y su resolución son el punto de partida, casi como un Mac Guffin, para contarnos lo que pasa por la mente de la protagonista, y la interacción de ésta con los demás personajes, favorecido esto, por la narración en primera persona.
Hay una excelente caracterización de los distintos actores del drama, especialmente desde el punto de vista psicológico, y de sus relaciones y vínculos. También la novela es rica en la descripción del ambiente, que va es sintonía con las sensaciones e impresiones de quien relata.
La trama está bien desarrollada, y, aunque el final es predecible, esto no importa tanto ya que el eje de la novela está puesto en mostrarnos las vivencias y conflictos de un grupo de personas que interactúan en un mundo que le es adverso, y en el cual es difícil sobrevivir.
“Después de aquello anhelé soñar con Lexie, sólo de vez en cuando.Se está desvaneciendo de las mentes de los demás, día a día; pronto se habrá ido para siempre y no será más que unos jacintos silvestres y un arbusto de espino en una casucha en ruinas que nadie visita. Pensé que le debía mis sueños. Pero nunca regresó.
Fuera lo que fuese que quería de mí, debí de dárselo, en algún momento.
Mi único sueño es con la casa, vacía, expuesta al sol, al polvo y a la hiedra; refriegas y susurros, siempre en un rincón lejano, y una de nosotras, ella o yo, en el espejo, riendo".
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