Voy a contaros un cuento, tal como me
fue relatado
por cierta persona que lo sabía por su
padre, el
cual, a su vez, se lo había oído
igualmente explicar a
su progenitor... y así sucesivamente,
de generación
en generación, durante más de
trescientos años, los
padres lo transmitían a los hijos, y éstos
lo conservaban
en la memoria. Tal vez se trata de una
historia,
quizá únicamente de una leyenda o de
una tradición,
pero pudo haber ocurrido. Es posible
que los
sabios y los perspicaces lo creyeran
cierto, pero también
puede ser que únicamente los ignorantes
y los
ingenuos lo encontraran agradable y lo
creyeran
real.
Así comienza Principe y Mendigo, una popular novela que Mark Twain publicó
en 1881.
La historia, famosa como cuento infantil y llevada al cine en varias ocasiones,
es conocida:
Ambientada en Inglaterra, en 1547, narra la historia de dos chicos de la
misma edad y muy parecidos físicamente, Tom y Eduardo.
El primero vive en la extrema pobreza y es castigado por su padre,
ladrón y borracho; su vía de escape: soñar con ser un príncipe. Esto lo lleva a
las puertas del palacio donde es maltratado por uno de los guardias que lo
echa. La escena es vista por Eduardo, hijo de Enrique VIII, quien, de buen
corazón, se indigna, reprende al guardia e introduce a Tom en el palacio. Ambos,
en sus juegos, deciden intercambiar sus ropas, así, Tom se viste con las
lujosas prendas del príncipe, y Eduardo con los harapos de Tom.
Los guardias, guiados por el aspecto, echan a Eduardo a la calle, y
llevan a Tom al palacio.
Durante algunas semanas, ambos son tomados por lo que no son, Desde el
rey moribundo y la corte hasta el padre de Tom y su grupo de delincuentes,
todos se dejan guiar por la apariencia. Así, en la corte se disimulan las rarezas
del príncipe que parece olvidar protocolos y aspectos de la vida nobiliaria . Mientras, Eduardo pasa a sufrir muchas
penurias y situaciones verdaderamente dramáticas , y sus afirmaciones sobre su
nobleza, así como sus dichos y la forma de manifestarse, son motivos de burlas,
castigos - incluida la cárcel - y
maltratos. Lo mejor que le pudo pasar, fue que un noble despojado de su riqueza
se apiadara de él creyéndolo loco y lo tomara bajo su protección. Finalmente, -
ya muerto Enrique VIII- se aclara el malentendido y Eduardo pasa a ser rey, mientras
que a Tom se le otorgan beneficios y honras; también son premiados aquellos que
ayudaron a Eduardo durante aquellos días de penurias.
Más allá de este relato, y de su simplicidad - al final los buenos reciben su premio y los
malos son castigados, Príncipe y Mendigo es una ficcionalización de un tramo de
la historia inglesa (Eduardo VI sucedió en el trono de Inglaterra a su padre en
1547 y reinó hasta su prematura muerte en 1553) que nos permite conocer algunas costumbres de la época, prácticas cortesanas, - contadas
con humor e ironía -, la profunda división
social, y, sobre todo, las penosas condiciones de vida de las sectores
populares, así como las crueles normas y castigos empleados en la Inglaterra del
siglo XVI, todo esto contado, sin embargo, sin la profundidad con que, por ejemplo, escribía Dickens.
En definitiva, nos encontramos con un entretenido
relato, que pueden disfrutar chicos y grandes, y cuya lectura recomiendo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario