“El cazador experimentado sigue el rastro de su presa, sabe dónde se encuentra y hacia dónde se dirige, ha calculado el mejor movimiento y el mejor lugar para armar la emboscada y sorprenderla. El cazador experimentado puede encontrar a su presa en cualquier lugar y la puede seguir hasta donde quiera que pretenda esconderse.”
Hay un asesino serial, que ataca mujeres en andenes desiertos y oscuros. Una joven profesora, que podría haberlo visto, se va a convertir en su nueva presa.
En la narración se alternan los capítulos dedicados a la dificultosa y lenta investigación policial, a los pensamientos del criminal, y, sobre todo, a lo que sucede con los distintos personajes involucrados.
Todo esto enmarcado en los problemas que afectan a una escuela, los profesores y los jóvenes alumnos, en una Inglaterra en plena crisis pos industrial durante los 90.
Aunque es un tópico reiterado dentro del género, y, para el conocedor, no hay sorpresas, es una muy buena novela, -de esas que atrapan-, y la autora se encarga de hacernos compartir los miedos y los peligros que se ciernen, en forma creciente sobre la protagonista y su entorno.
“Estaba oscuro. Alguien había apagado las luces y ella no sabía dónde estaban los interruptores. Las puertas abiertas del ascensor iluminaban la parte baja de la escalera, pero el pasillo hasta la salida estaba a oscuras. La invadió cierta ansiedad en la oscuridad y se dirigió deprisa hacia la puerta. Cuando llegaba, tuvo una repentina sensación de que había alguien detrás de ella, cerca. Se giró repentinamente, pero no vio a nadie, sólo la penumbra.”
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