«Habréis escuchado, si no cientos, decenas de veces, que la vida es sueño: creedme si os digo que es verdad. La vida no es sino un continuo estado de limitada consciencia, tejida entre los sueños y la vigilia. Solo quienes poseen la capacidad de despertar, alcanzan la iluminación, el estado del no-ego.»
Esta es la tercera y última de las novelas que tienen como protagonistas a Fausto y a Ana. Continuación de Sabrás perdonarme y El Juego de los videntes. Y también la más compleja y con mayor carga dramática de las tres.
Ana, -en estado avanzado de gestación-, es secuestrada. Y toda la novela gira en torno a sus vivencias durante el cautiverio, y a la angustia de Fausto, que inicia una desesperada búsqueda para encontrarla y rescatarla sana y salva junto al hijo por nacer.
Poco a poco vamos viendo que la capacidad de Ana de tener premoniciones, o sueños lúcidos tiene que ver con su secuestro. A los personajes conocidos se le suma la figura del doctor Samuel Arenas, eminente psiquiatra, y la de Jonathan Kriger, otrora psiquiatra devenido en paciente.
Por otra parte , finalmente, encontramos el cierre de la historia, coherente , también ,con lo expuesto en los dos libros anteriores.
Narrada mayoritariamente en primera persona, va alternando, con saltos temporales, entre los relatos de Fausto, y el diario que lleva Ana durante su cautiverio, en el que, sobre todo, se refleja su vulnerabilidad tanto física como psíquica y emocional. Otras partes del relato están cubiertos por Jonathan y Aarón.
Como ya ocurrió en El juego de los videntes, este tipo de narración nos facilita a los lectores vivenciar lo mismo que los personajes, y, también aquí, éste es el mayor logro de la autora.
Como punto débil de la novela podemos mencionar, que, especialmente a partir del libro III la narración de sucesos y la aparición de nuevos personajes complejizó la historia, y, si bien sirvió para explicar lo ocurrido y las motivaciones del secuestro, todo esto apareció de golpe y muy al final del relato.
Entiendo de todas formas que, como en las novelas anteriores, el eje de la trama pasa por otro lado, y, como ya comenté, la parte “policial” del relato sirve como trasfondo para mostrar otros aspectos.
Por último, es importante mencionar que, haciendo un balance de las tres novelas, ya que aquí se cierra la historia, nos encontramos con algunos temas recurrentes, como el del amor, el rol que juegan los sueños, las premoniciones y las capacidades psíquicas de los personajes, la presunción de que una fuerza poderosa guía a los encuentros y desencuentros, a los actos y a los pensamientos, y con personajes complejos, muy bien caracterizados, y casi todos ellos muy queribles.
Desde el punto de vista estilístico vemos el acertado uso de la tercera y, sobre todo, de la primera persona, y también la alternancia temporal y los cambios de puntos de vista según los distintos narradores. También la utilización de relatos dentro del relato.
Como puntos más destacables, la capacidad para hacernos sentir y vivir lo mismo que los personajes, la capacidad de narrar situaciones, describir escenarios e imaginar historias que parten de lo cotidiano, pero van mucho más allá.
Como punto a sugerir, quizás, si es que le interesa a la autora adentrarse en el género policial, la dosificación de datos a lo largo de la novela, tanto para dar algo de información a los lectores, y generando suspenso, como para evitar que, al final, toda la información llegue de golpe.
Por todo esto, recomendamos las lecturas -en orden - de las tres novelas y esperamos ansiosos una próxima, sabiendo que la vamos a disfrutar.
He aquí la sinopsis:
Robert Frost dijo: «Dos caminos se abrieron ante mí, pero tomé el menos transitado y eso marcó la diferencia».
Una joven, dotada de un talento excepcional –adelantarse al futuro por medio de los sueños–, desaparece. Las pesquisas iniciales apuntan hacia un exagente de la inteligencia francesa como principal sospechoso, cuyo nombre figura en la firma de una nota incriminatoria. Paralelamente, tiene lugar un vanguardista estudio sobre sueños lúcidos.
Cuando dije que siempre supe que sucedería algo, nunca imaginé que ese algo sería la desaparición de Ana. No obstante, no seré yo quien juzgue el final de esta historia, un final que se resume en un principio, pues, aunque hoy forma parte de un malogrado pasado, acaso nunca llegó a suceder. No al menos del riguroso modo que creen quienes estuvieron presentes.
Su designio era despertar, y despertó.
(Fausto Pietralunga)
Desconozco la manera de comunicarme con Fausto. Ni tan siquiera sé dónde estoy ni el motivo que me ha traído aquí. Se trata de una cabaña ubicada en un extenso prado, donde hectáreas de árboles y decenas de caminos pedregosos parecen dirigirse a ninguna parte. Tal es así que no alcanzo a ver ningún tendido eléctrico. Con todo, el interior está en armonía con la belleza del paisaje. Un purificador celeste reviste las paredes del dormitorio, el espacioso colchón descansa sobre un somier fabricado en lo que semeja madera de pino y del dintel de la ventana penden unas cortinas de una tonalidad verde esmeralda. Acostumbro a dejar la ventana de mi habitación abierta a fin de ventilar la estancia, puesto que además dispone de mosquitera. Lo cierto es que nada tiene que ver con el lúgubre cuarto que presenciaba durante mis constantes pesadillas, ya que, además del dormitorio, la cabaña cuenta con todo lo necesario para disfrutar de una plácida estadía. Solo que no me hallo aquí con tal fin, más bien me limito a sobrevivir y a esperar. Aun y con todo, estoy atemorizada a la par que tranquila, extrañamente tranquila. Me atrevería a afirmar que tal estado de tranquilidad no es sino consecuencia de la libertad que atenazo en mis sueños, sueños de una lucidez nunca antes experimentada.
(Ana Alcobas)
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