miércoles, 2 de mayo de 2018

Maigret y la gente


Muchos escritores del género, - los mejores – trascienden el mero relato de una investigación detectivesca, y en sus obras podemos encontrar mucho más. Algo así pasa con las novelas del gran Georges Simenon, cuyo célebre Comisario Maigret, transita las calles de París como un hombre común, y cuyas historias transcurren en esas mismas calles, y entre esa misma gente. Así, el relato policial se convierte, además, en un relato de la vida cotidiana.

“ Era un trozo de calle banal, casi sin transeúntes, dos aceras, unas casas, algunos centenares de personas viviendo en las casas, hombres que salían por la mañana y volvían de noche, mujeres que llevaban la casa, niños que armaban jaleo, viejos que tomaban el fresco en las ventanas o en la puerta de la calle.
Había también una gorda de mirada infantil que jugaba a tener una pensión, un viejo que daba lecciones de canto a niñas aspirantes a la Ópera, un estudiante que se moría de hambre y luchaba contra el sueño con la esperanza de poner un día una placa de médico o de dentista en su puerta; una putita perezosa que leía novelas durante todo el día echada en su cama, y una joven mecanógrafa que se hacía traer de noche a casa en taxi; los Lotard con su bebé, los Saft que esperaban uno; el señor Kridelka, con aspecto de traidor de película y que probablemente era el hombre más dulce del mundo. Y había…..
Buenas gentes, como decía Mlle Clement. Gentes como hay en todas partes, que debían encontrar cada día dinero para comer, y cada mes la cantidad necesaria para pagar su alquiler.
Y había vecinos: el hombre que había salido por la mañana con una maleta de viajante, una mujer que sacudía su paño del polvo por la ventana y alguien que se quedaba con la luz encendida, más arriba, hasta muy tarde.
¿Qué se encontraría, si pasasen por la calle un peine espeso? Una mayoría, sin duda, de lo que suele llamarse gentes honradas. Ningún rico. Algunos pobres. Y, probablemente, también algún medio crápula.
Pero, ¿y el asesino?"[1]










[1] “Maigret en meublé” 1962, pag 189

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