"Alguien se movió en la oscuridad de la portería; quizás la portera acabara de entrar. Al pisar la acera, recibió como un baño de calor, de claridad, de ruido, de polvo coloreado y de movimiento; el tranvía 13 se paró y en seguida volvió a arrancar. La campanilla de la taberna de la derecha sonó mientras los guijarros caían en el molino de la trituradora, y un pequeño remolcador con un triángulo azul silbaba con todas sus fuerzas, furioso, ante la puerta de la esclusa, que acababan de cerrarle en las narices".
Cuando acompañamos al inspector Maigret en uno de sus casos, sabemos que nos vamos a encontrar con gente común, que viven su vida cotidiana con sus dramas y alegrías, con problemas comunes, en calles y barrios comunes.
El misterio a resolver, pasa a un segundo plano cuando caminamos esas calles que se nos hacen propias, cuando convivimos, aunque sea durante ese breve y maravilloso tiempo de la lectura, con esas personas.
Simenon nos muestra, una vez más, que ni la sordidez de un crimen, ni la gravedad de las tragedias, pueden opacar el sentido de humanidad y de cercanía con lo cotidiano con que encara cada una de sus novelas.
SINOPSIS:
Emile Ducrau ha estado a punto de morir ahogado. ¿Se trata de un simple accidente o de un intento de asesinato? En los muelles de Charenton, entre escluseros y marineros, el comisario Maigret se siente de buen humor: los primeros días de abril son magníficos, y además le atrae la personalidad de Ducrau. Este, dueño de un imperio de gabarras y del transporte fluvial del Sena, es un hombre truculento, cínico, y, al parecer, también sincero.
Maigret y Ducrau - grande y corpulento como el comisario - tendrán que medir sus fuerzas hasta que finalice la investigación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario