“Nunca había oído su voz tan neutra y ecuánime.
Y no había nada en sus palabras que explicara el leve estremecimiento que le
recorrió la espalda, como si el mismo espíritu del miedo hubiera colocado sobre
ella un dedo frío y deliberado”
Nicholas Blake nos tiene acostumbrados a que, mientras leemos sus novelas, pasemos un buen rato. Y Los Toneles de la muerte, también publicada por El Séptimo Círculo, no escapa a esta regla.
Escrita en un tono ligero e irónico, incluyendo dosis de humor, nos
encontramos con un nuevo caso protagonizado por Nigel Strangeways, el torpe y
simpático intelectual devenido en sagaz detective.
Comprometido pese a su voluntad a investigar el misterioso caso de un
perro que apareció muerto en la caldera de una cervecería, se encuentra, al
revisar ésta, con un nuevo cadaver calcinado, el del malhumorado, egoísta y prepotente
dueño del perro y de la cervecería.
Así, comienza una investigación en la que simpatiza más con los
sospechosos que con la víctima.
Nuevas muertes se producen hasta que, mezclando intuición y deducción, va
despejando sus dudas y logra dar con el culpable.
“Mientras Nigel lo consideraba con bastante irritación,
otro detalle se iluminó en su mente y luego otro. Se puso de pie de un salto y
comenzó a pasear a largos pasos por la habitación. Era como contemplar esos
letreros eléctricos que se iluminan letra por letra, formando gradualmente un
nombre. Y el nombre, Nigel lo sabía mientras observaba con creciente excitación
esos puntitos que se encendían uno tras otro, el nombre que formaban era el
nombre del asesino.”
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