domingo, 2 de diciembre de 2018

La lectura de hoy: La detective miope, de Rosa Ribas


Una mujer sale del hospital psiquiátrico donde estaba internada, con una obsesión: dar caza a los asesinos de su esposo - un policía - , y de su pequeña hija.
Esta base argumental puede hacernos creer, a priori, que se trata de uno de esos thrillers densos y dramáticos, con juegos de gato y ratón, con pasajes dolorosos y un final tan duro como conmovedor.

Pero, para nuestra grata sorpresa nos encontramos con una novela muy entretenida, brillantemente narrada, en un tono ligero, pleno de ironías y de humor, que sirve como contrapeso de la carga dramática que da origen a la trama; con personajes pintorescos y simpáticos, y muchas alusiones al mundo detectivesco, así como referencias literarias y al cine y la tv.
Irene, tal es el nombre de la protagonista - y narradora - , tomando la idea de los "seis grados de separación", cree que, investigando seis casos como detective, podrá dar con los culpables de su tragedia familiar.
Es así que, fingiendo cordura, logra que le den el alta, y retoma su antigua profesión de detective en una agencia.
A sus obsesiones y su "locura" se le suma una avanzada miopía - también de origen traumático - que va empeorando con el paso de los días. Así, en una lucha contra el reloj, comienza a encargarse de casos que, si bien aparentemente no están relacionados entre sí, ni con la muerte de su esposo e hija, le van dando la oportunidad de acercarse a su meta. Lo que, naturalmente, logra - y aquí no hay mayores sorpresas - al final.
En síntesis, una muy buena e interesante novela , que le da una especial vuelta de tuerca al género, y que, sin duda, disfrutarán.


"Repasando la nómina de Detectives Marín teníamos a una ex pandillera que era como un campo minado, un arcángel medio autista, un justiciero a tiempo parcial, una viuda salida del psiquiátrico y una mujer varada en el barrio de toda su vida, anclada en él como la palmera que teníamos en el patio
de la casa donde estaba la agencia. Todos algo tarados.

En el fondo, todo el mundo está tarado, la diferencia era que los que trabajábamos para Marín éramos conscientes de nuestra tara y por eso estábamos dispuestos a partirnos la cara por el trabajo que él nos daba".








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