"Los pasajeros cruzan orgullosos la verja y se dispersan en todas direcciones en busca de automóviles de alquiler, que en tiempo de guerra cobran tarifas sin distinción de rango, edad o procedencia, pero adhiriéndose incondicionalmente a alguna oscura lógica de su invención. La multitud se disemina y disgrega en la conejera de reliquias, monumentos, templos, colegios, bibliotecas, hoteles, tabernas, sastrerías y librerías que es Oxford, los más listos en busca de un trago, los obstinados batallando con su equipaje rumbo a su último destino".
Típico relato de misterio al estilo inglés, de esos con asesinatos aparentemente inexplicables, un reducido grupo de sospechosos y un detective que resuelve el caso al final, El caso de la mosca dorada, comienza con un viaje en tren entre Londres y Oxford. De forma magistral, con mucho humor y sarcasmo, el autor nos presenta a los personajes y deja entrever algo de sus personalidades y motivaciones, anunciándonos que, en el transcurso de una semana, tres de ellos morirían de forma violenta.
El protagonista es Gervase Fen, un excéntrico profesor de literatura con aficiones detectivescas, y la historia gira en torno a un grupo de artistas que va a representar una obra teatral, y sus allegados.
Cuando una joven actriz del grupo aparece muerta de un disparo, la policía sostiene que fue un suicidio y todos se sienten aliviados pues la muerta no se caracterizaba, precisamente, por hacerse querer. Pero Fen demuestra que fue asesinada, y comienza a investigar, no tanto para dar con el culpable, sino más bien para saber los verdaderos motivos del crimen.
Con muchas alusiones literarias y algún guiño a autores y personajes del género, la novela no presenta mayores sorpresas, mantiene su tono ligero y muestra interesantes puntos de vista sobre "lo criminal", pero, por momentos, se torna algo tediosa con la introducción de citas eruditas y largas narraciones sobre viejas leyendas de la universidad.
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