Cuando leemos a John Le Carré, sabemos con qué nos vamos a encontrar: con un relato atrapante, y con ese mundo de espías y contraespías, propio de la guerra fría, donde nada es lo que parece, donde las lealtades y traiciones son moneda corriente, donde los protagonistas cuentan sus verdades sabiendo que son falsas, y sus mentiras sabiendo que, en ellas, hay un fondo de verdad, y donde las personas son meras piezas en una especie de tablero de ajedrez jugado por otros.Y en ese sentido, El legado de los espías, no defrauda. Pero no esperemos mucha acción, - de hecho, por momentos la novela se hace lenta -, ya que el eje de la trama pasa por desentrañar viejas historias, y los efectos que éstas han tenido en el protagonista, además de reflexionar, de alguna manera, sobre la futilidad de todo ese montaje en el que, lo que pasa con las personas, no importa.
Un ex espía, ya retirado, es convocado por sus superiores para informar de sucesos ocurridos muchos años atrás, en los que supuestamente estuvo involucrado, y que terminaron con la muerte de dos personas, - un agente y una mujer inocente-, en las proximidades del recién construido Muro de Berlín, en manos de la Stasi, la poderosa policía secreta de Alemania Oriental.
Así, la novela transcurre entre interrogatorios, lecturas de viejos archivos, y recuerdos, en los que, con un tono no exento de ironía ni de nostalgia, el protagonista va narrando cómo el pasado vuelve a rendirle cuentas, en la figura de jóvenes tecnócratas que sospechan de él, del hijo de uno de los muertos, que quiere vengarse, y de sus propios remordimientos, ya que, en ese juego que le tocó jugar, no dejó de involucrarse personalmente, y ya sabemos que, si se trata de espías, no hay lugar para la amistad ni para el amor, pero sí para la muerte.
Rememoremos, entonces, todo ese mundo, disfrutando de la lectura de esta muy buena novela, de un gran autor que ya es sinónimo de espionaje.
He aquí la sinopsis:
Peter Guillam, leal colega y discípulo de George Smiley en los servicios secretos británicos--también conocidos como el Circus--, disfruta de su jubilación en la finca familiar de la costa meridional de Bretaña cuando una carta de su antigua organización lo insta a regresar a Londres. ¿El motivo? Su pasado en la Guerra Fría lo reclama. Unas operaciones de inteligencia que habían sido el orgullo del Londres secreto están a punto de ser investigadas por una generación sin memoria de la guerra. Alguien tendrá que pagar por la sangre inocente vertida en nombre de un bien superior"
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